Exponentes de la
Sala IV Centenario del Quijote

José Marín-Medina
Arranque del prefacio del Catálogo Alcantara – Don Quijote
Cuatercentenario del Cuarto Centenario, Ayuntamiento de Alcalá de Henares
Alcalá (Madrid), finales de 2004.
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Por eso, en el capítulo 71 de la segunda parte de la novela, donde Don Quijote y Sancho regresaron para siempre a su pueblo, de repente se quedaron en un mesón y se acomodaron en una habitación estándar con paredes adornadas -más que con tapices- con unas sargas pintadas. bastante descuidadamente con escenas tomadas de la antigua literatura amorosa. Cervantes pone estas palabras en boca del cauteloso Escudero: «Apuesto a que dentro de poco cada bodega, posada, mesón y barbería tendrá un retrato de nuestras aventuras. Sin embargo, preferiría tener otro pintor mejor que el autor de estas». .
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Para su retrato cervantino, Alcantara ha planeado el carácter «oficial» de Jauregui en sus características más básicas y gráficas. Utilizó un fantástico despliegue de creatividad idealizando versiones del eterno escritor desde el punto de vista de los países más heterogéneos de todo el mundo, más o menos revelados en algunos detalles de China, Rusia, Italia …, imprevistos y folclóricos. connotaciones que apuntan a cada uno de ellos a diferentes culturas y geografías. Todo lo anterior se traduce con pasión siguiendo el romanticismo, aunque sea con su lenguaje único que maneja referencias muy dispersas como los colores vivos que persiguen la Escuela veneciana, el gusto por un lenguaje pictórico – propio de la modernidad – lleno de vida y movimiento. , utilizando un tono fuertemente explicativo, el énfasis en exponer la forma al plano y también a las formas con una mezcla de líneas que recuerdan el constructivismo ruso, el gusto por los reflejos dorados – un «no-color» que aporta aires orientales al cuadro. ..
No me atrevería a elegir solo uno de estos varios retratos de Cervantes. Aún así, apuesto por uno muy brillante con cargas rojas venecianas, que demuestra el amor de Alcantara por Tiziano, y especialmente por Tintoretto. Se trata de un cuadro contundente en el que el rostro del escritor parece surgir de las sombras de un fondo incierto siguiendo a Velázquez en cuadros tan asombrosos como el retrato de Michel Angelo Angurio, barbero del Papa, que acaba de adquirir el Museo del Prado.
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(Adaptado por JMS)