Arquetipos 1995 1998

… rumor sordo de metáforas: el taller como laboratorio de ideas, pero un laboratorio especial que nos hace creer que las esculturas crecen o que la piedra emite sonidos. De esto último escribió Gastón Bachelard, en una reflexión que tiende a ajustarse con la obra de Chillida. Alcántara no sigue esa línea, aunque habla de cada material como quien se refiere a seres muy próximos, a familias. Bloques de Colmenar, Calatorao o alabastros en los que adivina tanto una forma cuanto el modo de sacar dos sin seccionar el bloque.

Existe, y en ese sentido sirven de muestra las obras que expone, una seducción por el material y una búsqueda por aprovecharlo al máximo que le lleva a integrar dos formas distintas en cada escultura. Las cabezas o las figuras de pájaro, vistas desde ángulos distintos, cambian mucho más de lo que es habitual en las piezas exentas.

Alcántara es, ante todo, escultor de taller, de los que buscan el enfrentamiento directo y casi inmediato con el material, esa piedra a la que Miguel Ángel aseguraba odiar porque le separaba de la escultura. De este contacto, directo y mantenido, sale el progresivo adelgazamiento de las formas, su estilización, su autonomía.

El conjunto de su obra, pese a las diferencias formales implícitas en la recurrencia a uno u otro material, tiene un espíritu análogo. José Marín Medina, que fue el primero en llamar la atención sobre la calidad del trabajo, lo supo ver con asombrosa claridad: “De un tratamiento expresionista muy fuerte y más mecánico, Alcántara ha evolucionado hacia una talla directa a la efectiva manera brancusiana: la de ir dando vueltas alrededor de la piedra, modelándola.

Por eso se ha producido un proceso de “generación continuada de formas a partir de sí mismas”. No es otra la idea que anima el trabajo de Alcántara, y por ello podrá ser recurrente, retomar anteriores empeños o abandonarlos con idéntica fuerza. No se trata de un escultor empeñado en perseguir imágenes, sino de un artista consciente de que lo importante es defender el espíritu de cada entrada, saber ver el material y adivinar las líneas del arranque. Aunque para ello sea necesario, como apuntaba Brancusi “desprenderse de uno mismo”.

Miguel Fernández Cid
Fragmento del Prólogo al Catálogo
Alcántara Galería Conde Duque 1992
(Adaptación de JMS)

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