Los resultados son el de la tensa concentración plástica y el de una específica, inconfundible, manera de estructurar las formas. La maestría de Alcántara en el dominio de los materiales y en los procedimientos, así como su claridad de ideas, su seguridad en la intención y su rotundidad de estilo hace que su escultura se reconozca poderosa y madura. Es un escultor en su camino.
Pero el proceso del artista siempre es una senda abierta y originaria. Con mucha más razón lo ha de ser el de un creador como Andrés. Recientemente su trayectoria comienza a virar hacia nuevas propuestas, hacia una obra en la que la linea impera, en la que el dibujo previo, ejercitado de forma infatigable, se emplea como herramienta consistente para la generación de formas.
Estas, a su vez, comienzan a presentar mayor complejidad, al tiempo que su estatismo se doblega a una dinámica mayor. También el repertorio iconográfico se está ampliando con referencia a lo instrumental y al espacio arquitectónico. Hay una pugna entre reacción y resistencia.
Por ello pienso que esta muestra de la obra de Alcántara contará, no sólo como panorámica documentada, de recapitulación, sobre las obras de la definición efectiva de su arte, sino además como testigo de los momentos apasionantes por los que el escultor ha ido viviendo la creación, reflexionando sobre sus logros sobresalientes y sobre la consistencia de su evolución, pero atendiendo a ese horizonte nuevo, tan irrenunciable como inédito, en que el arte vivo alcanza a proyectarse siempre más allá de sí mismo.
José Marín-Medina
Fragmento prólogo al Catálogo Arquetipos 1980-1990
(adaptación JMS)
Madrid, septiembre 1990.