Delante de estos pájaros míticos, de estas fuentes sagradas, de estas imágenes intemporales de hombres, de estas altivas siluetas totémicas, arquetipos de culturas arcaicas, originarias, que nos presenta Andrés Alcántara, el contemplador se siente transportado a una dimensión ahora imprevista, a una contraposición aparentemente anacrónica respecto a la idea común de postmodernidad.
…, las esculturas de Alcántara nos declaran la pervivencia del compromiso creador, de la exigencia en los procedimientos y en las ideas, de la vocación artística verdadera, de la necesidad que todo creador tiene de identificarse en el mundo y de marcar el estilo del mañana.
Paseando por el taller de Andrés, he vuelto a recordar las palabras reveladoras de Juan Godofredo Herder, el poeta que acertó a esencializar la diferencia existente entre escultura y pintura: “La escultura es verdad, la pintura es sueño; la escultura es representación entera, la pintura es magia narrativa. ¡Que enorme diferencia y qué lejos estan ambas artes de situarse en un mismo terreno! Una escultura puede obligarme a arrodillarme ente ella, a convertirme en su amigo y compañero; es algo actual, está aquí. Sin embargo, la más hermosa pintura es ficción, sueño de un sueño”.
En efecto, las obras que integran esta exposición, piezas siempre únicas, talladas directamente por el pulso del escultor en los bloques sensuales de los mármoles y en las cristalinas densidades de las calizas, están simbolizadas y vivificadas por el espíritu escultórico.
Son escultura auténtica, constituyen espacios tridimensionales definidos con nobleza por la técnica tradicional de la talla; están dotadas del poder de evocación de las formas arquetípicas, nos conmueven por la intensidad de su energía; representan efigies sublimadas de seres y principios del universo; comulgan con las creaciones de las edades antiguas, cuando los artistas inventaban objetos con finalidades mágicas.
Por ello nos transmiten su emoción, su memoria y nostalgia de lo intemporal, y su deseo de escapar de la mera contingencia del presente y de perdurar como ellas mismas , talladas vivamente en la piedra y en el espíritu.
José Marín-Medina
Fragmento prólogo al Catálogo Arquetipos 1980-1990
(adaptación JMS)
Madrid, septiembre 1990.
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